Asociación Foro Sociedad Civil Sevillana

martes, 27 de octubre de 2020

PAZ, PIEDAD Y PERDÓN

 


Paz, Piedad y Perdón

Con estas tres palabras, que muchos sólo situarían en boca de un líder religioso, terminaba su discurso un republicano y  agnóstico convencido.  D. Manuel Azaña, Presidente de la II República Española. 

El discurso, pronunciado el 18 de julio de 1938, en el Saló de Cent del Ayuntamiento de Barcelona, es una espléndida pieza oratoria, larga e intimista, en la cual Azaña proclama de forma reiterada la necesidad de que la guerra civil española, dos años llevaba ya en aquella fecha, debe limitarse y finalizar. 

Limitarse, solicitando que las fuerzas extranjeras, alemanas e italianas que combatían a lado de Franco y también los voluntarios que luchaban con el ejército republicano, se marcharan. Finalizar, mediante algún tipo de mediación internacional entre los dos bandos, dos bandos con sólo españoles, que condujera a pactos asumibles, alejados de la rendición incondicional que  el Gobierno de Burgos planteaba como innegociable. En este contexto declara en un  momento de su discurso:

 todos los españoles tenemos el mismo destino. Un destino común, en la próspera   y en la adversa fortuna. Cualesquiera que sean la profesión religiosa, el credo     político, el trabajo y el acento.

Hay igualmente una defensa cerrada de la actuación de los Gobiernos republicanos y deja entrever, de ahí su llamada a la búsqueda de un acuerdo, que la guerra está pérdida, opción que su Jefe de Gobierno D. Juan Negrín, no comparte. Como advertencia futura, Azaña señala que finalizada la contienda, queda una inmensa tarea por delante e indica:  
 
 la reconstrucción de España será una tarea aplastante, gigantesca, que no se   podrá  fiar al genio personal de nadie, ni siquiera de un corto número de personas   o de técnicos; tendrá que ser obra de la colmena española en su conjunto, cuando   reine la paz, una paz que no podrá ser más que una paz española y una paz   nacional, una paz de hombres libres, una paz para hombres libres.

Y tras vibrantes palabras sobre los soldados que luchan en las trincheras  culmina su extensa oratoria con el párrafo siguiente: 

 esos hombres que han caído magníficamente por una ideal grandioso y que ahora,   abrigados en la tierra materna, ya no tienen odio, ya no tienen rencor, y nos   envían, con los destellos de su luz, tranquila y remota como la de una estrella, el   mensaje de la patria eterna que dice a todos sus hijos: paz, piedad, perdón.

A tenor de actuación de nuestro actual gobierno, empeñado en reescribir la historia, acomodándola a una falsa realdad, creemos que ninguno de sus componentes conoce este discurso  de D. Manuel Azaña. Un hombre de izquierda, con un gran sentido de estado y una muy clara visión de las consecuencias funestas de la guerra civil. La Memoria democrática que desde el Gobierno se impulsa, va justamente en la dirección contraria  a la propuesta azañista.

Afortunadamente, no estamos en ninguna guerra civil, sin embargo las consecuencias sociales, sanitarias, económicas, laborales y, por extensión, políticas, derivadas de la pandemia que padecemos, van a exigir, como decía Azaña, “una tarea aplastante, gigantesca,…obra de la colmena española en su conjunto, cuando reine la paz...”

La realidad actual de España, no permite ver con optimismo la realización de esa tarea gigantesca. La sociedad está fracturada ideológicamente y no sólo por tener sensibilidades políticas distintas, totalmente admisibles en una democracia. Se detecta un inicio de rechazo entre quienes piensan de forma diferente, unido a una falta de tolerancia y de respeto entre las personas. La concordia, la posibilidad de acuerdos o el remar en la misma dirección, entre los diversos partidos políticos e incluso entre los españoles de según qué Comunidades, elementos necesarios e imprescindibles para cualquier tarea de reconstrucción, brillan por su ausencia. La colmena española  tiene una sola reina, en este caso un rey, pero no pocos trabajan para desmembrar su reino y otros, instalados en las más altas esferas, para sustituirlo por un nuevo poder.

La Paz, el Perdón y la Piedad que Azaña defendía para todos los españoles y que la Transición hizo posible durante cuarenta años, pueden saltar por los aires de un momento a otro. De ahí que creamos que toda la actual clase política española debería conocer, y aplicarse, el final del discurso, que el Presidente de la II República Española, D. Manuel Azaña Díaz, pronunciara el 18 de julio de 1938 en Barcelona. 

Florentino del Valle Rodríguez

Presidente del Foro Sociedad Civil Sevillana






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