martes, 6 de abril de 2021
COMUNICADO DE ABRIL
martes, 27 de octubre de 2020
PAZ, PIEDAD Y PERDÓN
Paz, Piedad y Perdón
Con estas tres palabras, que muchos sólo situarían en boca de un líder religioso, terminaba su discurso un republicano y agnóstico convencido. D. Manuel Azaña, Presidente de la II República Española.
El discurso, pronunciado el 18 de julio de 1938, en el Saló de Cent del Ayuntamiento de Barcelona, es una espléndida pieza oratoria, larga e intimista, en la cual Azaña proclama de forma reiterada la necesidad de que la guerra civil española, dos años llevaba ya en aquella fecha, debe limitarse y finalizar.
Limitarse, solicitando que las fuerzas extranjeras, alemanas e italianas que combatían a lado de Franco y también los voluntarios que luchaban con el ejército republicano, se marcharan. Finalizar, mediante algún tipo de mediación internacional entre los dos bandos, dos bandos con sólo españoles, que condujera a pactos asumibles, alejados de la rendición incondicional que el Gobierno de Burgos planteaba como innegociable. En este contexto declara en un momento de su discurso:
todos los españoles tenemos el mismo destino. Un destino común, en la próspera y en la adversa fortuna. Cualesquiera que sean la profesión religiosa, el credo político, el trabajo y el acento.
Hay igualmente una defensa cerrada de la actuación de los Gobiernos republicanos y deja entrever, de ahí su llamada a la búsqueda de un acuerdo, que la guerra está pérdida, opción que su Jefe de Gobierno D. Juan Negrín, no comparte. Como advertencia futura, Azaña señala que finalizada la contienda, queda una inmensa tarea por delante e indica: la reconstrucción de España será una tarea aplastante, gigantesca, que no se podrá fiar al genio personal de nadie, ni siquiera de un corto número de personas o de técnicos; tendrá que ser obra de la colmena española en su conjunto, cuando reine la paz, una paz que no podrá ser más que una paz española y una paz nacional, una paz de hombres libres, una paz para hombres libres.
Y tras vibrantes palabras sobre los soldados que luchan en las trincheras culmina su extensa oratoria con el párrafo siguiente:
esos hombres que han caído magníficamente por una ideal grandioso y que ahora, abrigados en la tierra materna, ya no tienen odio, ya no tienen rencor, y nos envían, con los destellos de su luz, tranquila y remota como la de una estrella, el mensaje de la patria eterna que dice a todos sus hijos: paz, piedad, perdón.
A tenor de actuación de nuestro actual gobierno, empeñado en reescribir la historia, acomodándola a una falsa realdad, creemos que ninguno de sus componentes conoce este discurso de D. Manuel Azaña. Un hombre de izquierda, con un gran sentido de estado y una muy clara visión de las consecuencias funestas de la guerra civil. La Memoria democrática que desde el Gobierno se impulsa, va justamente en la dirección contraria a la propuesta azañista.
Afortunadamente, no estamos en ninguna guerra civil, sin embargo las consecuencias sociales, sanitarias, económicas, laborales y, por extensión, políticas, derivadas de la pandemia que padecemos, van a exigir, como decía Azaña, “una tarea aplastante, gigantesca,…obra de la colmena española en su conjunto, cuando reine la paz...”
La realidad actual de España, no permite ver con optimismo la realización de esa tarea gigantesca. La sociedad está fracturada ideológicamente y no sólo por tener sensibilidades políticas distintas, totalmente admisibles en una democracia. Se detecta un inicio de rechazo entre quienes piensan de forma diferente, unido a una falta de tolerancia y de respeto entre las personas. La concordia, la posibilidad de acuerdos o el remar en la misma dirección, entre los diversos partidos políticos e incluso entre los españoles de según qué Comunidades, elementos necesarios e imprescindibles para cualquier tarea de reconstrucción, brillan por su ausencia. La colmena española tiene una sola reina, en este caso un rey, pero no pocos trabajan para desmembrar su reino y otros, instalados en las más altas esferas, para sustituirlo por un nuevo poder.
La Paz, el Perdón y la Piedad que Azaña defendía para todos los españoles y que la Transición hizo posible durante cuarenta años, pueden saltar por los aires de un momento a otro. De ahí que creamos que toda la actual clase política española debería conocer, y aplicarse, el final del discurso, que el Presidente de la II República Española, D. Manuel Azaña Díaz, pronunciara el 18 de julio de 1938 en Barcelona.
Florentino del Valle Rodríguez
Presidente del Foro Sociedad Civil Sevillana
jueves, 17 de septiembre de 2020
¡ QUÉ TROPA ¡
¡Qué tropa, Joder, que tropa ¡
D. Álvaro de
Figueroa, primer Conde de Romanones, fue un político liberal a caballo de
finales del XIX y primer tercio del XX,
que con Alfonso XIII fue casi todo, ministro muchas veces, Presidente del
Senado y del Consejo de Ministros. En un
momento determinado se le propuso como aspirante a ocupar un sillón en la Real
Academia de la Lengua y, complacido por la propuesta, tanteo con cuantos votos
favorables podía contar, llegando a la
conclusión, a tenor de sus conversaciones con los académicos, de que su
designación saldría adelante.
Para su sorpresa, la votación no le fue favorable y quienes
le habían prometido su voto no se lo
dieron. Su reacción al recibir la
noticia queda plasmada en la famosa frase que encabeza esta reflexión.
Algo parecido le paso no hace muchas semanas a nuestra
ministra Calviño, no todos los que le prometieron su voto para presidir el
Eurogrupo se lo dieron.
A margen de estas anécdotas, si miramos a nuestra clase
actual clase política, la frase del Conde de Romanones, cobra plena actualidad.
Da igual que nos fijemos en la derecha o la izquierda, en los rojos, azules,
morados, verdes, naranjas o en el resto de los grupúsculos que
conforman nuestro parlamento. Absolutamente
todos se dedican a remar, no en la dirección que necesita España, sino en la
dirección de la España que cada uno quiere configurar.
La nación de naciones, concepto acuñado por Zapatero, se ha transformado en
un estado cuasi federal, según Sánchez.
Para Iglesias, vamos directos a una república de corte bolivariano que
no desdeña que determinadas comunidades formasen sus propias repúblicas. Abascal persigue volver a una España
superada, sin advertir que dar marcha atrás, a estas alturas es un esfuerzo que
no conduce a ningún lado. Arrimadas, lucha por recuperar el crédito perdido, si
bien junto a Sánchez, siempre han defendido la unidad de España sin renunciar,
ni destruir, el estatus actual, pero sin
articular proyectos que realmente ayuden a consolidar su visión de la España
del futuro. Por supuesto los
separatistas no comulgan con esta idea
de unidad y buscan la creación de nuevos reinos de taifas.
Ante esta situación, los españoles seguimos mirando al dedo,
no a la luna. Dicho de otro modo, no reaccionamos ni siquiera cuando
diariamente la prensa nos descubre la
podredumbre que envuelve a la política y a los partidos. Ninguno se salva.
El gran problema es que la situación actual tiene su origen
en unas elecciones, en las que los españoles dimos nuestros votos, esta vez sí,
pensando que el uso que los partidos harían
de ellos iría encaminado a lograr el bienestar de España y de los españoles.
Nada mas lejos de la realidad. España es
un país casi en bancarrota, sin una clara política sanitaria frente a la
pandemia que nos rodea, sin prestigio internacional, con un horizonte laboral
muy negativo, una creación de riqueza en
caída, una deuda pública “in crescendo”, etc., etc.
De ahí que hoy sea totalmente de actualidad volver a
exclamar, como Romanones, ¡Qué tropa, Joder, que tropa¡
Pero quejarse no es la solución. La Sociedad Civil tiene que
reaccionar frente a las actitudes de nuestro políticos mediante un fuerte
incremento de su presencia en la vida pública, aportando propuestas constructivas, reiterándolas tantas veces como sea preciso hasta que nos
escuchen. Hay que actuar mediante una actividad política no convencional, a base de artículos, conferencias, mesas
redondas, presentación a los partidos de
ideas y propuestas, razonadas y adecuadamente estructuradas para su posible e inmediata aplicación, unido
a otras muchas posibilidades que como sociedad, podemos y debemos analizar,
convirtiéndolas en propuestas viables y
sensatas que se encausarían a quienes
corresponda. Todo ello de acuerdo con lo que establece el artículo 23, punto 1,
de nuestra Constitución.
Somos parte fundamental de España, no una simple suma de votos.
D. Florentino del Valle Rodríguez Márquez
Junta Directiva Asociación Foro Sociedad Civil Sevillana